Tras la Segunda
Guerra Mundial, el planeta quedó dividido en dos bloques
antagónicos, que si bien nunca se llegaron a enfrentar en una
contienda, sí mantuvieron el pulso por la supremacía ideológica:
Estados Unidos era el defensor del capitalismo y la extinta URSS del
comunismo. Es lo que hoy en día conocemos como la Guerra Fría, una
tensa y paranoide relación entre estas dos potencias que duró casi
50 años.
Cualquier evento o
descubrimiento que poder restregarle por la cara al enemigo era usado
propagandísticamente hasta la extenuación. Deporte, producción
agrícola, avances médicos, mejoras tecnológicas etc…todo valía
en esta contienda en la que no se usaban balas. Pero dentro de este
tira y afloja entre estas dos potencias el sector espacial acaparó
la atención mundial y que a la postre conseguiría una victoria sin
paliativos ante el odiado enemigo: ganar la Carrera Espacial.
CARRERA ESPACIAL
En
aquellos años de post guerra, el gobierno norteamericano creyó que
a nivel estratégico podían aprovechar a alguna de las mentes
científicas más relevantes de la Alemania nazi (por muy criminales
que fueran), pues había quedado claro que para futuros conflictos
bélicos los avances tecnológicos podrían decidir al vencedor. Esta
política de reclutamiento de científicos nazis se conoce
históricamente como la “Operación
paperclip”, y con ella intentaron reforzarse con especialistas
en los más diversos campos, entre los cuales destacaba el de la
fabricación de cohetes.
Por otra parte,
sabedores los soviéticos de que tras la amenaza nazi la URSS se
podría adueñar de europa gracias a su papel de salvador ante
Hitler, comenzaron a proyectarse hacia el futuro a través de la
tecnología. Además, siendo una nación que sufrió como ninguna
otra la eficacia y las innovaciones del ejército del Führer,
entendieron rápidamente que debían destinar todos los recursos
materiales y humanos posibles para estar a la vanguardia mundial en
materia de innovación e investigación.
Nada
más adecuado para ello que ponerse a la cabeza de la conquista del
espacio. Por ello en 1957, tras años de investigación consiguieron
poner en órbita el satélite Sputnik 1, algo que causó una honda
impresión en la sociedad norteamericana. El Sputnik fue el
pistoletazo de salida para una loca carrera que ocuparía los doce
años siguientes. Los soviéticos demostraron que eran los más
adelantados: por poco o por mucho, lograban casi todos los hitos
espaciales antes que sus rivales americanos. La URSS mandó al primer
ser vivo al espacio (la perrita Laika), al primer hombre (Yuri
Gagarin) y a la primera mujer (Valentina Tershkova), y realizó el
primer paseo espacial.
Ante
este panorama, y liderados inicialmente por el malogrado John
Fitzgerald Kennedy, los norteamericanos pusieron en marcha el
Programa Espacial destinado a llevar al ser humano a la Luna. EE UU
destinó unos 5.000 millones de dólares anuales a su programa
espacial durante aquella época. Se calcula que unas 400.000 personas
trabajaban para algún aspecto del programa Apolo, ya fuera para la
NASA o en empresas subcontratadas. Tras un enorme dispendio económico
y alguna que otra muerte debido a fallos mecánicos, en 1967 EE UU
puso toda su maquinaria propagandística a trabajar y 600 millones de
personas vieron por televisión el primer paso lunar de Armstrong.
Como si de una épica producción hollywoodiense se tratara, EE UU
ganaba por K.O. a la URSS en el último asalto por la carrera
espacial.
Como es normal, toda
esta locura espacial tenía sus consecuencias a nivel social, y es
que el cosmos estaba “hasta en la sopa”. Numerosos dibujos
animados, películas y series, productos alimenticios etc… se
apuntaron al carro de la conquista espacial de manera que los niñ@s
de la época se encontraban notablemente expuestos a cuestiones
relacionadas con esta materia y realmente deseaban ser astronautas. Y
la música, como parte integrante de nuestras vidas, también se
subió a este carro. De entre toda una pléyade de artistas que quiso
introducirse en este mundo, esta semana os traemos una increíble
canción de David Bowie.
Tras conseguir
terminar su relación laboral con su casa discográfica, Bowie quería
dar un nuevo enfoque a su carrera musical (esa capacidad de
reinventarse tan característica suya). Hacer algo distinto y
apoyarse para ello en ese maravilloso mundo de los viajes espaciales,
esos que los científicos prometían que veríamos en pocos años. Y
qué mejor reclamo comercial que hacer coincidir el lanzamiento del
single Space Oddity con la llegada del hombre a la luna. El efecto
sería brutal: la BBC usaría la canción como parte de la cobertura
mediática brindada a este evento histórico, y hasta ahora, único.
Se trata de una
canción en la que se nos muestra al Gran Tom, un astronauta que
sufre sentimientos depresivos debido a la lejanía y duración que su
viaje espacial. La tristeza que le genera el dejar atrás a sus seres
queridos y a su planeta para adentrarse en las estrellas.
Esta
canción es tan especial que incluso podríamos discutir el género
al que pertenece. Hay quien afirma que tiene un género propio
denominado “Space Rock” por causas obvias, pero también se puede
clasificar dentro del “Folk psicodélico” gracias, entre otras
cosas, al uso de un instrumento que es todo un referente en este
género como es el Estilófono,
un instrumento “futurista” para aquella época.
Como muestra
inequívoca de la trascendencia histórica alcanzada por esta
canción, a continuación, os dejamos una versión de la misma ejecutada por el astronauta canadiense Chris Hadfield durante sumisión en la Estación Espacial Internacional. Lo que sin duda
alguna supone un broche precioso para este tema universal.
- Autor:
David
Bowie.
- Título:
Space Oddity.
- Album:
Space
Oddity.
- Web
oficial: www.davidbowie.com
- Año
de publicación: 1969.
- Versiones: The Flaming Lips, Passenger,...
- Partitura: Click
aquí.
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